Libros libres | El barroco hermético de Antonio Urdaneta
02/08/2025.- Acaba de aparecer en Barquisimeto, en la colección Cuadernos de Altagracia, dentro del Sistema de Editoriales Regionales que propicia el sello El perro y la rana, un volumen dedicado al escritor larense Antonio Urdaneta, con trabajos firmados por diversos escritores venezolanos, entre los que figura uno mío, del cual extraigo el siguiente fragmento.
Con la publicación de Crebar Albores (1983) y El milagro de Pablera (1988), Antonio Urdaneta inicia su tránsito poético, donde revela desde temprano sus condiciones líricas. Vale la pena advertir ya algunos rasgos de la personalidad de nuestro poeta: discreción, humildad, nobleza de espíritu, bondad y solidaridad; a la vez mostrando un carácter afable, reconcentrado, de pocas palabras. Una especie de duende benigno, siempre con el detalle interesante en la conversación, la glosa lateral, el detalle oportuno y, por sobre todo, el comentario donde brilla la espiritualidad nuestra, americana, también presente en su poesía, donde es visible la incursión en lo americano, lo raigal, lo aborigen nuestro; elementos que pasaremos a observar sumariamente en este ensayo.
En sus obras, Urdaneta realiza un aporte sustantivo a la poesía nacional, pienso yo, haciendo énfasis esta vez en el libro El lirio que vino del mar (2008), con el cual obtuvo el Premio Municipal de Literatura Antonio Arráiz en 2002. Se trata de una obra de 42 poemas, dominada por un ejercicio de ritualidad ante un “fiel sentimiento de la resurrección”, como dice en un verso clave, y nos guía hacia la comprensión del significado profundo de esta obra cuyo discurso está concebido dentro del espíritu de un barroco hermético. Barroco porque emplea procedimientos verbales manieristas, abundosos, dados al verbo frondoso, propio de la naturaleza americana, tal lo han practicado escritores como Alejo Carpentier, Severo Sarduy, José Eustasio Rivera o José Lezama Lima. En el caso de Antonio Urdaneta, en este libro lo hace acudiendo a una serie de símbolos e imágenes y a través de un lenguaje centrado en buscar fundamentalmente dos cosas: una espiritualidad aborigen americana y un diálogo anímico con el paisaje cultural venezolano y sus deidades, vírgenes sincréticas, animales y montañas, paisajes y comportamientos culturales.
Existe aquí una recurrente alusión a eminencias: la Divina Pastora, la Veragacha, el Santuario de la Paz, Pablo el Veneciano o María Lionza: todos ellos complementados por elementos y seres de la naturaleza, configuradores de ese nuevo barroco nuestro que toma en cuenta —como me refirió el escritor cubano José Lezama Lima en una entrevista— que se trata de un barroco de espacios abiertos, en contraposición al europeo, que vendría a ser el de los claustros, o espacios sagrados representados por templos o sagrarios, aunque dentro de la arquitectura latinoamericana debemos observar al barroco católico de México, Bolivia o Ecuador, mucho más recargado que el del Caribe venezolano o colombiano. Comoquiera que sea, el barroco nuestro puede expresarse en la novela o la poesía, como sería el caso del propio Lezama Lima, a quien Antonio Urdaneta dedica un poema donde leemos: “En cualquier bocacalle un oráculo /. Nunca le había pedido a Om-Batalá / la humilde paz para La Habana vieja. / Si yo fuera Fidel sacaría a pasear a San Lázaro / envuelto en su capa morada por las calles de La Habana, / e invocaría a la lozanía”. En efecto, Urdaneta en su libro realiza una meticulosa recreación de elementos basada en paseos por bosques, ríos, montañas, pájaros, cascadas, rituales, danzas y músicas: todo en una celebración que converge en El lirio que vino del mar, componiendo una unidad verbal admirable, la cual exige al lector un verdadero esfuerzo de imaginación al no percibirse aquí situaciones existenciales, justificaciones sociales ni dramas cotidianos de alienación, sino una verdadera voluntad de desciframiento de arcanos, en signos poéticos que requieren de un esfuerzo por hallar correspondencias profundas, secretas.
Antonio Urdaneta realiza una parodia de Lezama Lima en su texto Paradiso, aludiendo, por supuesto, a la legendaria novela del gran escritor cubano, donde escribe:
“Hoy cuando los pájaros parecen escribir para ellos,
sin ser estatuas,
una muchacha llora
Sobre el pecho de su amante.
Ella se desenreda el cabello
y él sube por las trenzas
Sorteando un acantilado en el mar.
No sabrían vivir sin amor
y es su secreto
extenderían el parque Vargas
por toda Caracas
hasta el callejón donde habitan”.
Antonio Urdaneta
Gabriel Jiménez Emán