Tinte polisémico | Jóvenes batallando a pesar del bloqueo

01/08/2025.- Son apenas la una y media de la tarde del sábado 26 de julio de 2025. Me disponía a realizar la cola para tener acceso a un concierto de la Simón Bolívar Big Band Jazz, del Sistema de Orquestas de Venezuela. Al llegar al lugar conseguí una fila de no menos de treinta y cinco personas.

Tenía mucha expectativa, no solo por la extraordinaria agrupación que se presentó, sino por las referencias del director musical y un trompetista como solista invitado, a ambos los conocía, los había visto dirigir y tocar en presentaciones previas, públicas y privadas; también por la capacidad del aforo, la entrada además era libre, te exponías a no tener acceso al evento si llegabas con poca holgura para la hora del acceso a la sala.

El lugar del evento fue la sede del Centro de Acción Social por la Música, ubicado en Quebrada Honda. La sala Fedora Alemán el recinto para el concierto. Música del maestro Chucho Valdés e Irakere. La hora programada: 3:00 pm.

Estuve en la primera fila del recinto, tal proximidad generó impresión de que me sentiría inserto en alguna de las secciones de la Simón Bolívar Big Band Jazz (Sbbbj) durante el concierto. Experimenté una sensación un poco extraña minutos antes de comenzar el concierto. Observé con detenimiento cada detalle: los atriles, sillas, cableado, parlantes, micrófonos e instrumentos, así como su disposición y orden, pero toda aquella parafernalia era fría, inanimada, inerte, aunque ocurriría un fenómeno de transformación en aquel espacio, se llenaría de movimientos, sonidos, irrumpiría la energía orquestal.

Faltando menos de diez minutos comenzaron a ingresar jóvenes de ambos sexos al escenario, impecablemente trajeados de negro y de forma decidida y precisa se ubicaron en sus respectivos puestos en la orquesta, se aprestaron con sus instrumentos y fijaban sus miradas muy concentradas, supuse que revisaban y repasaban las hojas contentivas de las correspondientes partituras.

Verifiqué entonces con una mirada panorámica y constaté un lleno pleno de la sala y, de manera acostumbrada, como en cualquier concierto, hizo su aparición el director musical, el también joven natural de Zaraza, estado Guárico, Javier Josué Pinto, quien, con su saxofón entre sus manos, saludó y se dirigió brevemente al público asistente y comenzó a las tres en punto el concierto, como había sido anunciado.

Inundó la atmósfera la energía sónica, desde el momento en que el conductor de la banda instruyó a los músicos para comenzar y aquella situación de reposo cobró vida, hubo una metamorfosis, irrumpió un caudal sonoro, melódico, armónico, potente y estético, el jazz latino afrocubano hipnotizó y sedujo a toda la audiencia.

En el transcurso del concierto hubo posibilidad de apreciar y valorar el virtuosismo y la musicalidad de todos los músicos, incluyendo al director en los saxos y varios integrantes de la banda, en los metales (trompetas, trombones, flautas y saxos), las cuerdas (guitarra, violín, contrabajo), bajo, la percusión (batería, congas, bongos, vibráfono) y el teclado, hicieron gala y despliegue en las ejecuciones de sus respectivos instrumentos, de solos impecables, característica definitoria del género jazzístico, a lo largo de la totalidad del concierto.

Julio César Mendoza Tremble, como invitado especial, se lució en un par de solos magistrales, limpios, impecables, no solo bien ejecutados, sino cargados de sensibilidad emocional y musicalidad, en las piezas El Guayo de Catalina, de Arsenio Rodríguez, montada por Chucho Valdés como director musical de Irakere en 1981 y el tema Claudia.

La emoción y disfrute que originó el concierto conmovió a tal nivel que en múltiples ocasiones obligó a ponerse de pie a la audiencia para aplaudir y gritar ¡Bravo!, por las performances logradas de todos los integrantes de la orquesta Simón Bolívar Big Band Jazz.

Un sentimiento y reflexión individual, con proyección y trascendencia colectiva, así como de sorpresa, seguramente embargó a un gran número de los asistentes. El talento y la capacidad interpretativa de músicos tan noveles, en lo que se refiere a sus edades cronológicas, rompieron con esa creencia generalizada de que solo se alcanzan tales niveles técnicos, de expresividad y capacidad interpretativa, musicalmente hablando, en músicos de mayor edad y con mucha tradición jazzística.

Saber que nuestros jóvenes son también "vergatarios" en el ámbito de la música, sea clásica, tradicional venezolana, en cualquiera de sus géneros y modalidades, el jazz, entre tantos otros, no escapa a la posibilidad de ser ejecutada magistral e impecablemente por nuestra gente.

En tiempos de bloqueo cultural-informativo, de medidas coercitivas y coactivas económicas, financieras, de violencia política y diplomática contra nuestra soberanía, de lawfare, fake news, de guerra multiforme y agresión sistemática, nuestro pueblo resiste y crea, nuestros jóvenes demuestran con su talento y capacidad creadora, con un hondo sentido patrio, que enaltecen la autodeterminación de la República Bolivariana de Venezuela como latinoamericanos, como dignos representantes del Sur Global, permanecen y batallan en la Tierra de Gracia que los vio nacer.

Institucionalmente se nos brindó al público interesado la oportunidad, sin pago alguno, de un espectáculo de calidad, como lo merece cualquier pueblo, sin distinción o discriminación, es la posibilidad concreta de acceso a la cultura y la recreación como derecho humano fundamental.

No tenemos razón alguna para envidiar ninguna agrupación de jazz de cualquier rincón o escenario del planeta. El regalo artístico que nos brindó la Simón Bolívar Big Band Jazz (Sbbbj) es equiparable o incluso superior a cualquier oferta foránea.

Solo resta concluir que los que tuvimos la oportunidad de asistir al concierto nos sentimos inconmensurablemente orgullosos, con profundo sentido de admiración y agradecimiento por el gentilicio de ser venezolanos y haber escuchado y recibido el arte que nos dispensó la Sbbbj, que todavía nos resuena al oído la letra del pegajoso y rítmico coro que decía: “Dile a Catalina que se compre un guayo que, la yuca se me está pasando”.

 

Héctor Eduardo Aponte Díaz

tintepolisemicohead@gmail.com

 

 

 


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