Crónicas y delirios | Ignacio Villa, Bola de Nieve

09/05/2025.- Los compañeros de escuela en Guanabacoa, vecindad casi al borde mismo de La Habana, comenzaron a llamarlo irónicamente Bola de Nieve por su obesa e inmensa negritud, y así quedó para la historia de la canción en América Latina y los acordes del mundo.

También ahí nacieron, en alarde de musicalidad, el compositor Ernesto Lecuona y la icónica cantante Rita Montaner, quienes, como Villa, fueron acoplando notas y profundidades para mostrarnos el inigualable "son sonoro" de Cuba, según la certidumbre del inmenso poeta Nicolás Guillén.

Bola de Nieve poseyó los mismos genes que se encontraban en las honduras de su madre Inés Fernández, "mujer negra, florida y fértil, con ánimo de bailadora, que dio a luz trece hijos y cuyo jolgorio de fiesta trasmitido por congos y carabalíes siempre duraba hasta el amanecer". Por el otro lado, estuvo presente la herencia gustativa de su padre, Domingo Villa, cocinero en una fonda de guisos y viandas.

El encuentro de Ignacio con la música, o viceversa (podríamos decirlo así mediante juego existencial), ocurrió en 1919, cuando tenía apenas ocho años. El conservatorio, situado en una casona proclive al desvencijo, otorgaba clases de teoría y solfeo, y aunque el muchacho asistió metódicamente (o melódicamente) todo el tiempo, su idea fija era graduarse en Filosofía y Pedagogía a la vez.

Pero "como la vida es lo que ocurre mientras planificamos otra cosa" (John Lennon dixit), la crisis general durante la dictadura de Gerardo Machado, en 1927, generó que Ignacio, ya adulto en teclas y pentagramas, emprendiese el sendero de la música para asegurarse la subsistencia. Entonces fue pianista de salones y cabarets en Centro Habana, además de acompañante de películas silentes en un corral de Guanabacoa. Cierta noche, quizás marcada por la creencia yoruba y sus intermediarios orishas, secundó con el piano del célebre hotel Sevilla a Rita Montaner, la diva pasional del momento, quien enseguida le propuso que formase parte de su troupe en Ciudad de México. Bola de Nieve aceptó, por supuesto, con una sonrisa inmediata y la firma de un contrato a largo plazo.

La pequeña historia también otorga cuenta de las tercas señales del destino en el caso de Bola: una noche, Rita Montaner no acudió al espectáculo del Salón Azteca por sentirse quebrantada. Ante el trance, los miembros de la orquesta le pidieron a Bola de Nieve que ocupase su lugar y entonara con el piano las canciones inéditas o no que se le ocurrieran. Bola en principio se negó, pero finalmente salió a escena para modular el diapasón con voz inclasificable, musicalidad transformada en alma y susurros, notas en apariencia disonantes, la compañía eterna de desenvolturas gestuales y los ribetes de un sexo indefinido. El público lo premió en esa ocasión mediante el estruendo de los aplausos; y el porvenir, a través de la fama eterna.

Luego, como quizás estaba también escrito, la sensibilidad de Bola de Nieve en la interpretación y composición llegó hasta los más diversos escenarios de América, Europa y Asia. En todas partes, recibió encomios de admiración, como en Pekín, donde el propio Mao Tse Tung le felicitó personalmente, según revelan las fotografías que se hallan en internet.

El prodigioso guitarrista Andrés Segovia comentó: “Oír a Bola es asistir al nacimiento conjunto de la palabra y la música. Bola de Nieve, más que impresionar, toca la sensibilidad de quien lo escucha, y en eso quizás se encierra el misterio de su arte”. Al término de una presentación, Paul Robeson fue al camerino de Bola, cantó una melodía y luego le dijo: “Esto es en pago por el placer que usted me dio al oírlo”.

Pablo Neruda también lo colmó de elogios: “Bola de Nieve se casó con la música y vive con ella en esa intimidad de pianos y cascabeles, tirándose por la cabeza los teclados del cielo”. Édith Piaf aseveró que nadie como él había cantado de manera tan expresiva su tema Non, je ne regrette rien, y los críticos del The New York Times lo compararon con la empatía de sentimientos utilizada por Nat King Cole y Maurice Chevalier.

Como el tiempo periodístico no acepta más espacio, revivamos a Villa, por nuestra parte, amables lectores, mediante las canciones inmortales que nos ofrece la modernidad cibernética, y quizás acompañemos el trance con una lágrima furtiva o el sentimiento grato o áspero de nuestros propios recuerdos.

 

Igor Delgado Senior

 

P. S.: Fotografía de Mao Tse Tung con Bola de Nieve en: Santana Gaínza, H. (2009, 5 de febrero). Bola de Nieve… ¿en China? Bitacorasinocubana Blogspot. https://bitacorasinocubana.blogspot.com/2009/02/bola-de-nieve-en-china.html#:~:


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